Os aseguro que solamente la experiencia de transitar siguiendo el curso de un río al que acceden menos de 15 personas / año (eramos el segundo grupo de pescadores de la temporada) y en compañía de la única familia que vive desde hace 30 años en el valle, merece enormemente la pena. Pero si a todo esto sumas un buen asado y tertulia nocturna junto al fuego y una pesca única...
Respecto a la pesca, que contaros...pues que en cada poza había un par de truchas de gran tamaño que no dudaban en comerse cualquier imitación de moscas terrestre aterrizase sobre sus cabezas, pero lo más sorprendente de todo ha sido la gran cantidad de salmones Chinook que había en cada pozo. ¡Espectacular!
Una lástima no haber podido sacar ninguno de los más de 6 salmones que hemos tenido clavados con un hilo de 0,50 mm. Han sido totalmente superiores a nosotros.
Por la noche, frente al fuego, ha sido uno de los momentos más emotivos de la excursión.
Chindo, guía local y responsable del campamento y caballos nos ha contado parte de su historia en el valle. Él es descendiente de alemanes (tercera generación) que vinieron como colonos gracias a las ayudas que ofrecía el gobierno Chileno a todos aquellos que quisieran ocupar nuevas tierras. Aquí lo llaman “hacer patria”, una herramienta que utilizó el gobierno para asentar población y controlar los límites fronterizos con Argentina (en este caso controlaban los terrenos de entrada hacia el lago Tagua Tagua).
Pero son muchos los intereses económicos de grandes multinacionales que hay en estos lugares perdidos, una semana antes de nuestra visita habían llegado dos personas por su casa con la intención de comprarle todas las hectáreas que tiene a su nombre. Él, al igual que otros guías locales, temen que tras esas “suculentas” ofertas económicas estén ocultos los intereses de las grandes hidroeléctricas que han puesto el foco de mira sobre una de las últimas cordilleras vírgenes del planeta.