Repoblaciones | Análisis de sus consecuencias

FLY FISHING MAGAZINE | ANÁLISIS de las CONSECUENCIAS de las REPOBLACIONES



INTRODUCCIÓN

Tras todos estos años que llevamos pescando, hemos podido ser testigos de un declive importante en las poblaciones trucheras de nuestros ríos. Las posibles causas de esta disminución poblacional se pueden dividir en dos grandes grupos, perdida de hábitat y presiones humanas sobre la especie. Entre las primeras encontramos los vertidos de aguas residuales, derivaciones de caudales para riegos y otros usos y construcciones de obras hidráulicas;  entre las segundas, el notable incremento del número de pescadores y la mayor presión de extracción sobre la especie que ello conlleva.

La respuesta más común de las administraciones ante este descenso de truchas en los ríos  ha sido la repoblación con ejemplares de piscifactoría. El primer razonamiento “lógico” nos puede lleva a pensar que “si no hay truchas en el río habrá que repoblar”.

Sin embargo, la experiencia de muchos años repoblando y los estudios de los expertos en la materia nos dan otro punto de vista, nos alertan de las consecuencias no deseadas que pueden acarrear las repoblaciones, y esto es lo que trataremos de exponer a continuación.


POBLACIONES AUTOCTONAS

Creo que la gran mayoría de los pescadores estaríamos de acuerdo al afirmar que queremos tener poblaciones abundantes de truchas en los ríos, sobre todo en aquellos parajes de valor natural. Y que estas truchas fueran lo mas salvajes posibles, bravas en su defensa cuando las tenemos al otro lado de nuestra línea de pesca, y con una gran capacidad de supervivencia en el hábitat en el que se encuentran. Todos hemos oído a nuestros mayores contándonos las pescatas que hacían años atrás, la bravura de esas truchas, y lamentarse de que las cosas ya no son así. A todos nos gustaría que las cosas volvieran a ser como antes.

Las poblaciones de truchas autóctonas de un río (esas a las que se refieren nuestros mayores) son el resultado de miles de años de adaptación de la especie a un hábitat determinado. Ese proceso de adaptación ha seleccionado a los mejores individuos, aquellos que presentaban los “genes adaptativos” mas adecuados para ese hábitat. Por ejemplo, muchos ríos trucheros del interior de la península ibérica sufren unos estiajes muy fuertes en verano, los caudales están muy reducidos, son momentos muy difíciles para nuestras truchas y sólo las más adaptadas son capaces de superar la prueba. Otro ejemplo lo encontramos con el deshielo de los ríos pirenaicos; en los meses de mayo y junio los caudales se multiplican, las truchas, y sobre todo los alevines nacidos ese año, deben encontrar un buen refugio ante tal avalancha de agua. Una vez más sólo los más adaptados son capaces de sobrevivir a condiciones extremas.

Podemos deducir rápidamente que los ríos que encontramos en nuestro país son muy variados en lo que a su hábitat se refiere. Nada tiene que ver un río de meseta, con uno del Pirineo o con uno de la cornisa cantábrica, y lo mismo ocurre con sus poblaciones trucheras. Su evolución ha sido diferente, y presentan genes adaptativos propios del hábitat en que se encuentran, lo que les otorga mayor capacidad de supervivencia, poblaciones más numerosas y siempre una gran bravura.

La conclusión es inmediata: La carga genética de una población autóctona determinada es la mejor garantía de supervivencia de esa población. 

Otro concepto importante que debemos entender es que, dentro de una población autóctona, cuanta más disponibilidad  de individuos progenitores haya a la hora de reproducirse más variedad genética habrá en la descendencia, lo que resultará en poblaciones más sanas y con mayor capacidad de supervivencia. Esto lo podemos entender viendo que en poblaciones de humanos muy aisladas, o en las dinastías de reyes de siglos pasados que solo se casaban entre ellos, la reproducción entre unos pocos individuos  resultaba en la degeneración de la especie.

Por lo que concluimos que la riqueza y variedad genética resultante de la mezcla de abundantes progenitores en una especie autóctona es garantía de supervivencia de la especie.


CONSECUENCIAS DE LAS REPOBLACIONES

Las repoblaciones que se han venido haciendo en nuestro país han sido normalmente con salmón atlántico (Salmo salar), trucha común de origen centroeuropeo (Salmo trutta), y con trucha arco iris (Oncorhynchus mykiss) de origen norteamericano.

La trucha común de origen centroeuropeo tiene unos genes adaptativos diferentes a las distintas variedades de trucha (o ecotipos) que encontramos en nuestro país. Esto no nos debe sorprender ya que proviene de otras latitudes, con climas diferentes y por consiguiente con unos ecosistemas fluviales con particularidades distintas. 
(El mismo ejemplo lo veríamos entre un ciudadano alemán y  uno español, uno es de tez mas blanca que el otro, adaptaciones a ecosistemas diferentes.)

Pero no solo eso, las truchas de piscifactoría que se usan para repoblar provienen de un número reducido de progenitores, a los que se les has extraído las huevas y los espermatozoides y de los que se han obtenido miles de alevines. Este proceso de reproducción se ha repetido varias veces con lo que al final obtienes una población de millones de individuos cuya composición genética es muy similar entre si, o sea, con una variabilidad genética muy limitada. Esto en un medio estable, controlado y con gran abundancia de comida como es una piscifactoría no es ningún problema, pero en un ecosistema natural con condiciones variables supone una escasa garantía de supervivencia.

Pues bien, cuando introducimos truchas centroeuropeas en nuestros ríos, se reproducen con las autóctonas y en la descendencia que generan se produce una mezcla genética de ambos ecotipos o razas, lo que conlleva a una degeneración o pérdida de genes adaptativos de la especie autóctona original. Como podemos imaginar esto resultará en una menor tasa de supervivencia de la especie ante condiciones adversas y en una menor densidad poblacional. (Lo que ocurre con el ser humano es que por medio de su inteligencia y la tecnología que ha desarrollado ha sabido conquistar la mayor parte de ecosistemas terrestres, por lo que la mezcla entre razas no ha supuesto tal desventaja adaptativa. Los animales sin embargo sólo poseen sus genes adaptativos para este propósito y la adaptación genética es un proceso que lleva miles de años).

Algunas administraciones han comprendido toda esta problemática y han optado por obtener individuos adultos autóctonos salvajes de un río y reproducirlos artificialmente en la piscifactoría para luego repoblar con sus descendientes.
En este proceso se ha visto que las primeras generaciones obtenidas sufrían una tasa de mortalidad de hasta el 90%, no se adaptaban a la cautividad. A base de repetir el proceso varias veces con los individuos que sobrevivían se han obtenido poblaciones más numerosas adaptadas a la cautividad. 
Pero no debemos olvidar que estos individuos tienen una variabilidad genética muy escasa, ya que vienen de un numero de progenitores muy reducido y además en su proceso de adaptación a  la piscifactoría a lo largo de las sucesivas generaciones ha habido una pérdida de genes adaptativos para la vida salvaje muy grande.

A la luz de nuevas investigaciones ahora sabemos por la epigenética que a la descendencia se transmite no sólo lo recibido de los progenitores, sino también parte de lo aprendido en vida. De tal modo, los individuos obtenidos en piscifactoría incorporarán genéticamente a su descendencia parte de lo aprendido en ellas. La docilidad, la adaptación al medio y alimentación artificiales, el distinto modelo social experimentado, no serán sólo elementos que les permitan su elección como reproductores, sino que serán en parte transmitidos a su descendencia, y con ella a las poblaciones de los ríos en que sean liberados y en las que deban integrarse.

Podemos concluir que al repoblar un río con estos individuos,  no solo tendrán escasas posibilidades de sobrevivir en un medio natural si no que al mezclarse con los individuos salvajes a la hora de reproducirse el patrimonio genético de los descendientes se verá empobrecido, dando lugar, a la larga, a poblaciones más reducidas.

Otro problema que encontramos al repoblar un río es que no se tiene en cuenta la cantidad de peces que puede albergar, esto se conoce como “máxima capacidad de carga de un ecosistema”. Esto es siempre  función del alimento disponible en el río y de las zonas de refugio que tenga.
Si un tramo de un río solo produce alimento para albergar 500 truchas de talla media y lo repoblamos con 1.000 ejemplares, es obvio que esto llevara a una mortandad alta de ejemplares (autóctonos e introducidos) por falta de alimento, resultando al final en peces más pequeños, débiles, susceptibles a enfermedades y a la larga en poblaciones reducidas.

A modo ilustrativo, el Gobierno de Navarra ha hecho públicos últimamente tres experimentos de repoblación de truchas, dos de ellos con truchas de origen centroeuropeo y el tercero con truchas de origen autóctono en el río Bidasoa:
En el primer estudio realizado en el periodo 1990-1994 y tras repoblar sus ríos con alevines de trucha y estudiar su evolución, concluyó que en la región salmonícola superior las repoblaciones de alevines no contribuyeron a mejorar la cantidad del recurso pescable y que la mejora de la población es nula con una tasa de supervivencia del 0% a los tres años. A la vista de estos resultados, a partir de 1994, en Navarra se dejo de repoblar sistemáticamente la región salmonícola superior.

En el segundo estudio realizado se comprueba la eficacia de la repoblación con alevines de trucha en la región salmonícola mixta desde 1995 hasta la actualidad, concluyendo que apenas hay incorporación de alevines repoblados a la población adulta ya que no suelen sobrevivir. 
Por último, en el tercer estudio, el río Bidasoa se ha repoblado en su parte baja desde 2003 hasta la actualidad con alevines de trucha de origen autóctono. Sin embargo se constata que solo el 6% de la población que llega a adulta es de origen repoblado, no sobreviviendo por lo tanto dichos alevines a pesar de ser de origen autóctono frente a los salvajes. Por lo que la contribución de las truchas repobladas a la población total reproductora es muy baja.


OTROS DAÑOS COLATERALES DE LAS PISCIFACTORIAS

Las piscifactorías son instalaciones altamente impactantes sobre el medio, principalmente en los siguientes aspectos, que podríamos llamar “daños colaterales”.

Para criar un kg. de peces en piscifactoría se necesitan entre 3 y 4 kg. de aceites y harinas de pescado. Una buena parte de estas harinas y aceites de restos de conserveras, pero otra, la mayor, de descartes y de peces y crustáceos que no tienen valor comercial para el consumo humano, pero que son el pasto del que se alimentan otras muchas especies en el mar.

Tampoco podemos olvidar el alto consumo energético que suponen estas instalaciones piscícolas, sobre todo por bombeos, que en centros de cría de cierta envergadura llega a ser muy elevados; así como el caudal detraído del río.

Los deshechos producidos en las piscifactorías, principalmente detritus y restos de medicamentos (antibióticos, fungicidas, hormonas) en algunos pequeños criaderos van directamente al río; en otros, trata de paliarse con un ligero reciclaje pasándolo por un pequeño humedal de juncos.

De los accidentes que sobrevienen en cualquier actividad humana tampoco están exentos los centros de cría. Mortandades por obturación de las rejillas de entrada, como el caso del Esva donde murieron los 36 reproductores; o por perdida del suministro energético, como sucedió dos veces en el Centro Ictiológico de Arredondo; muertes durante los traslados de los peces capturados, como en el Cares y que tratan de ocultarse a la opinión pública. O el caso más raro pero impactante de peces que se atascan en las rejillas y mueren asfixiados.


El dinero que las administraciones destinan al medio ambiente es reducidísimo. Es por ello muy cuestionable que las administraciones públicas deban asumir los elevados costes de las repoblaciones, ya que los destinatarios no dejan de ser un reducido colectivo como es el de los pescadores. Máxime, cuando sus efectos medioambientales son además muy dudosos, si no directamente perjudiciales. Una trucha juvenil de cinco meses le viene a costar al contribuyente unos tres euros, todo esto sin tener en cuenta el coste medioambiental.
El dinero destinado a las piscifactorías y repoblaciones, podría ser dedicado a otras tareas de gestión y conservación de hábitat más prioritarias., incluso si nos limitamos al ámbito de la pesca fluvial.

Las repoblaciones intentan eliminar un síntoma, no curar los males que lo generan. Es preciso analizar y atajar las causas que hacen necesarias las repoblaciones: degradación del hábitat, sobrepesca, deterioro general del medio ambiente…es lo que llama Manu Estévez “el enfermo equivocado”. Las repoblaciones nunca solucionarán estos problemas. Lo que es peor: los agravarán si consiguen que los ignoremos al menos durante un tiempo.

Repoblando, estamos transmitiendo la siguiente idea: da igual que pesques y mates por encima de la capacidad de recuperación de las poblaciones, da igual que el río sea continuamente maltratado, porque detrás viene la administración echando esos peces que le reclaman. Y no sólo se contenta a quienes los reclaman, sino que se viene a declarar que no existe intención alguna de poner coto a aquello que genera ese problema, porque ni tan siquiera se considera necesario. 


¿QUÉ ALTERNATIVAS HAY?

Como vemos las repoblaciones de trucha no son un sistema de gestión adecuado ni sostenible para garantizar la continuidad de la especie de un modo natural. Más bien todo lo contrario, produce un impacto negativo en las poblaciones a largo plazo, y además consumen buena parte de los recursos económicos dedicados a la gestión de la pesca en la mayoría de nuestras CCAA.

Los individuos autóctonos salvajes, reproduciéndose de una manera natural en el río, con la selección natural de los mejores que esto conlleva, son la mejor garantía para la continuidad de la especie. Por lo tanto hay que conservar a estos individuos en el río, y la mejor manera de hacerlo de forma compatible con un aprovechamiento de la pesca es practicando la pesca sin muerte.  

La pesca sin muerte, o captura y suelta, garantiza una gestión sostenible del recurso piscícola, promueve el respeto y cuidado del medio fluvial, su preservación para futuras generaciones, permitiendo a su vez un disfrute máximo del mismo. Paradójicamente es el  sistema de gestión que menos inversiones requiere.

Debemos comprender que cada vez somos mas los pescadores que nos acercamos a los ríos, y si queremos unas poblaciones trucheras de calidad, hay que preservar las poblaciones autóctonas. Una trucha viva será garantía de una población duradera, y esa opción esta en nuestras manos. Como dijo el mítico pescador LeeWulff: “Una trucha es demasiado valiosa para ser capturada una sola vez”.


CONCLUSIONES

-La carga genética de una población autóctona determinada es la mejor garantía de supervivencia de esa población.

- La riqueza y variedad genética en los individuos de una población natural, resultante de la mezcla de abundantes progenitores, es garantía de supervivencia de la especie en un ecosistema variable.

-Las repoblaciones con ecotipos o razas diferentes, o con descendientes de variedades autóctonas adaptadas a la piscifactoría, conlleva a una degeneración o pérdida de genes adaptativos de la especie autóctona original. Esto resulta en una menor tasa de supervivencia de la especie ante condiciones adversas y menor densidad poblacional.

-Son muchos los estudios científicos que demuestran la bajísimo tasa de supervivencia en el medio salvaje de los peces de piscifactoría, por su escasa adaptación a las condiciones naturales.

-El mantenimiento de ejemplares autóctonos en el río y la conservación del hábitat es la mejor garantía de recuperación y continuidad de las poblaciones. La práctica de la pesca sin muerte es el sistema de gestión mas apropiado para este fin.


¿QUIERES SABER MÁS?

Si te ha gustado este artículo y te interesaría profundizar más en la materia, te podemos proponer las siguientes lecturas:

-Informe Truchas Invasoras, AEMS Ríos con Vida.

-El trapecista ciego, Manu Estévez. 



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